Pop NAZI y cacerola, la lucha es una sola
Una voz conocida es lanzada desde el
parlante de la TV como una flecha que aterriza en nuestra mesa interrumpiendo
la conversación familiar. “Conforme lo
establecido por el artículo 75 de la ley 26.533 de Servicios de Comunicación
Audiovisual, transmiten LRA Radio Nacional y LS82 Televisón Canal 7, junto a
todas las emisoras que integran la cadena nacional…” avisaba aquella
locutora que en los último años ya se había convertido en una marca personal
del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Como mal resabio
de viejas épocas, tal irrupción y a semejante hora de la noche provocó el
alerta en mi novio, y en sus ojos se reflejaba la imagen de aquel Súper
Ministro que once años atrás salía en cadena para prometerle más miseria. Pero
en seguida habló la presidenta y los ánimos se calmaron. Era un acto por el día
de la industria, una cadena para explicar las políticas macroeconómicas e
industriales que nos distanciaban de aquéllos años. Lo más terrible de aquella
noche sería que no podríamos ver “Peter Capusotto y sus videos”, pero
igualmente tendríamos nuestra dosis de humor e ironía.

“!Yegua puta!” gritó la vecina cuyo departamento se enfrenta al nuestro en el patio interno del edificio. No pasaron muchos minutos hasta que las cacerolas se hicieron sentir. “¡Conchuda!” gritaba un hombre más arriba, raspando la garganta y prolongando la última letra. Algunos vecinos del edificio salían a sus balcones “en repudio al uso indiscriminado de la cadena nacional”, perdiéndose la oportunidad de despejarse unas cuántas dudas, como si desearan seguir repitiendo las mismas zonceras el día de mañana, haciendo oídos sordos a cualquier explicación. En el océano de insultos y repiqueteos de cacerolas de teflón un grito de “¡Dejá escuchar, gorila!” cayó del décimo piso sin ninguna consecuencia. Mientras yo subía el volumen del televisor, mi novio, angustiado caminó hacia el balcón, cerró la persiana y dimos por terminado el ridículo sketch. Como dije, lo más terrible de aquella noche sería que tendríamos que esperar una semana para poder ver “Peter Capusotto y sus videos”.

En la segunda emisión del programa, esa que fue postergada por la cadena nacional, esa que finalmente se transmitió el lunes 10 de septiembre; en esa transmisión, volvió a ver la luz Micky Vainilla, un personaje que en los últimos tiempos se ha vuelto emblemático y logró consolidarse como un clásico. Micky Vainilla nació públicamente un 2 de junio de 2008, casualmente (o no tanto) en un contexto de crisis política en la Argentina, luego de que el gobierno de la entonces recientemente electa (y actualmente re-electa hace menos de un año) Cristina Fernández de Kirchner quisiera aplicar un esquema de retenciones móviles a la exportación de soja, ante el cual la oligarquía respondió con movilizaciones que apelando a la solidaridad de la clase media, o como diría Jauretche, de los medio pelo, se volvieron masivas. Como espejo de esa población movilizada en contra del gobierno nacional, con consignas fuertemente antidemocráticas y promotoras de la exclusión social, el humor de Diego Capusotto y Pedro Saborido parió a un cantante de pop, lookeado como Adolf Hitler, que desde una pretendida ingenuidad y un etnocentrismo atroz naturaliza su fascismo y discriminación. Como el mismo Capusotto declaró a Telam ante el inminente re-estreno:"no hacemos un programa de humor político, (...) pero la política es también relatada por nosotros porque nos atraviesa y nos atraviesan ciertos íconos que tienen que ver con el mundo de la política.
Micky
Vainilla es nada más y nada menos que el famoso “enano fascista que todos llevamos dentro”[2]
que Eugenio Zaffaroni nos invita a arrancar, y que gran parte de la clase
media, por más “progre” que se crea, encarna fervorosamente. Porque no nos olvidemos
que en argentina la derecha rara vez se autoproclama y éste es el caso de Micky.
El cantante desenmascara el discurso ideológico del sentido común gorila que
atraviesa y da identidad a la clase media: la ingenuidad de Micky, como el
ratón del conocido dibujante filo-nazi; la pureza, clara (blanca), buena y sana
de la vainilla.
Micky Vainilla es una falsa víctima: “Tiempos difíciles, yo a través de mi música
sólo busco divertir. Y me acusan. Y me discriminan. Y yo sólo hago Pop. Pop
para divertirme”. Así comienza su primera aparición en la séptima
temporada, para terminar cantando “Camino
por las calles y lo veo venir y ya por sus aspecto me obliga a prevenir. Yo no
sé si viene de trabajar o si se acerca para robar. Tan parecido, tan diferente
¿Cómo distinguir un pobre de un delincuente? (…) es muy bueno juzgar por
aspecto y presencia, porque un pobre es un delincuente en potencia”. Es el
mismo hipócrita que grita en contra de “la diKtadura” del gobierno actual, transmitido
en cadena por la red privada de medios opositores, interrumpiendo la
programación corriente del canal de la familia. Canal que ni siquiera interrumpió su
programación para mostrar la represión de puente Pueyrredón de 2002, que tuvo
que ser cubierta por un programa de chimentos, ante el mutismo mediático.
Pero, parodiando la editorialización que hace la tribuna televisiva de la zoncera argentina, “Micky Vainilla
puede desaparecer”. Y puede hacerlo porque como todo chiste depende de la
efectividad de su gracia. Vainilla recoge lo peor de las expresiones políticas
nacionales: “Por supuesto que creo en la
unidad latinoamericana” manifiesta el cantante, para culminar “porque es bueno que los latinoamericanos
se unan, así los volteamos a todos juntos”. Más adelante expresa la típica
visión denigrante que la clase media, temerosa de fundirse en el magma
“morocho” de las clases populares ascendentes, tiene de estas últimas,
ignorantes e inmorales por naturaleza: “Mirá
una mano se puede extender abierta para pedir, o con un arma, para robar. Pero
siempre se trata de la plata que es lo único que quieren.” Y más tarde nos
enseña que los “pobres” aman dar besos a las figuras conocidas, pero son
incapaces de distinguir entre la persona de verdad, un doble o un cartón con su
foto. Micky Vainilla exagera y explicita los mecanismos de un sector de la
sociedad. Pero es un sector de la sociedad que hoy por hoy adquiere visibilidad,
y el humor pierde vigencia cuando el real se parece tanto a la caricatura.


Buen articulo, lo comparto. Saludos
ResponderEliminarAnónimo 2, obviamente que toda generalización implica un grado de error. Yo te diria a vos que abras la cabeza porque si leés este texto y entendés que yo le dije golpista a alguien sos un tarado. El obtuso mental serías vos por cerrar el sentido en función de tus prejuicios.
ResponderEliminarhttp://sphotos-b.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-prn1/542098_4620897157863_736254195_n.jpg
ResponderEliminarJajaja. Sí muy graciosa esa foto.
ResponderEliminarHay que ser pelotudo para no poder interpretar una ironía. Exactamente igual que la gente que interpreta a Mickey seriamente y se ofende.