Pop NAZI y cacerola, la lucha es una sola

Una voz conocida es lanzada desde el parlante de la TV como una flecha que aterriza en nuestra mesa interrumpiendo la conversación familiar. “Conforme lo establecido por el artículo 75 de la ley 26.533 de Servicios de Comunicación Audiovisual, transmiten LRA Radio Nacional y LS82 Televisón Canal 7, junto a todas las emisoras que integran la cadena nacional…” avisaba aquella locutora que en los último años ya se había convertido en una marca personal del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Como mal resabio de viejas épocas, tal irrupción y a semejante hora de la noche provocó el alerta en mi novio, y en sus ojos se reflejaba la imagen de aquel Súper Ministro que once años atrás salía en cadena para prometerle más miseria. Pero en seguida habló la presidenta y los ánimos se calmaron. Era un acto por el día de la industria, una cadena para explicar las políticas macroeconómicas e industriales que nos distanciaban de aquéllos años. Lo más terrible de aquella noche sería que no podríamos ver “Peter Capusotto y sus videos”, pero igualmente tendríamos nuestra dosis de humor e ironía.


!Yegua puta!” gritó la vecina cuyo departamento se enfrenta al nuestro en el patio interno del edificio. No pasaron muchos minutos hasta que las cacerolas se hicieron sentir. “¡Conchuda!” gritaba un hombre más arriba, raspando la garganta y prolongando la última letra. Algunos vecinos del edificio salían a sus balcones “en repudio al uso indiscriminado de la cadena nacional”, perdiéndose la oportunidad de despejarse unas cuántas dudas, como si desearan seguir repitiendo las mismas zonceras el día de mañana, haciendo oídos sordos a cualquier explicación. En el océano de insultos y repiqueteos de cacerolas de teflón un grito de “¡Dejá escuchar, gorila!” cayó del décimo piso sin ninguna consecuencia. Mientras yo subía el volumen del televisor, mi novio, angustiado caminó hacia el balcón, cerró la persiana y dimos por terminado el ridículo sketch. Como dije, lo más terrible de aquella noche sería que tendríamos que esperar una semana para poder ver “Peter Capusotto y sus videos”.

Pero el tiempo pasa rápido, y la segunda emisión del programa estrella de la TV Pública no se hizo esperar más. Luego de un año fuera de la pantalla chica, pero con gran éxito en la pantalla grande, la séptima temporada de “Peter Capusotto y sus videos” llegó a la TV el 27 de agosto del 2012. La fórmula es la de siempre: Diego Capusotto delante de la cámara en una gran variedad de personajes; Pedro Saborido detrás de la cámara escribiendo los guiones; un par de extras – que ya son clásicos; todo producido por dos pesos; y un solo tema, la cultura nacional tamizada desde la óptica del rock. Como es de esperar, el estreno estuvo precedido por ríos de tinta de expectativas, advertencias y entrevistas a los protagonistas. Incluso proliferaron las notas que debatían el fenómeno del humor: ¿Cuáles son sus límites? ¿Qué relación tiene con la moral? Así nomás, como si la moral fuese una sola ¿Cómo se renueva Capusotto? ¿Cómo se repite? ¿Vuelve Violencia? ¿Vuelve Pomelo? Lo seguro es que “Bombita Vuelve”.

En la segunda emisión del programa, esa que fue postergada por la cadena nacional, esa que finalmente se transmitió el lunes 10 de septiembre; en esa transmisión, volvió a ver la luz Micky Vainilla, un personaje que en los últimos tiempos se ha vuelto emblemático y logró consolidarse como un clásico. Micky Vainilla nació públicamente un 2 de junio de 2008, casualmente (o no tanto) en un contexto de crisis política en la Argentina, luego de que el gobierno de la entonces recientemente electa (y actualmente re-electa hace menos de un año) Cristina Fernández de Kirchner quisiera aplicar un esquema de retenciones móviles a la exportación de soja, ante el cual la oligarquía respondió con movilizaciones que apelando a la solidaridad de la clase media, o como diría Jauretche, de los medio pelo, se volvieron masivas. Como espejo de esa población movilizada en contra del gobierno nacional, con consignas fuertemente antidemocráticas y promotoras de la exclusión social, el humor de Diego Capusotto y Pedro Saborido parió a un cantante de pop, lookeado como Adolf Hitler, que desde una pretendida ingenuidad y un etnocentrismo atroz naturaliza su fascismo y discriminación. Como el mismo Capusotto declaró a Telam ante el inminente re-estreno:"no hacemos un programa de humor político, (...) pero la política es también relatada por nosotros porque nos atraviesa y nos atraviesan ciertos íconos que tienen que ver con el mundo de la política.

Micky Vainilla es nada más y nada menos que el famoso “enano fascista que todos llevamos dentro[2] que Eugenio Zaffaroni nos invita a arrancar, y que gran parte de la clase media, por más “progre” que se crea, encarna fervorosamente. Porque no nos olvidemos que en argentina la derecha rara vez se autoproclama y éste es el caso de Micky. El cantante desenmascara el discurso ideológico del sentido común gorila que atraviesa y da identidad a la clase media: la ingenuidad de Micky, como el ratón del conocido dibujante filo-nazi; la pureza, clara (blanca), buena y sana de la vainilla.

 Micky Vainilla es una falsa víctima: “Tiempos difíciles, yo a través de mi música sólo busco divertir. Y me acusan. Y me discriminan. Y yo sólo hago Pop. Pop para divertirme”. Así comienza su primera aparición en la séptima temporada, para terminar cantando “Camino por las calles y lo veo venir y ya por sus aspecto me obliga a prevenir. Yo no sé si viene de trabajar o si se acerca para robar. Tan parecido, tan diferente ¿Cómo distinguir un pobre de un delincuente? (…) es muy bueno juzgar por aspecto y presencia, porque un pobre es un delincuente en potencia”. Es el mismo hipócrita que grita en contra de “la diKtadura” del gobierno actual, transmitido en cadena por la red privada de medios opositores, interrumpiendo la programación corriente del canal de la familia. Canal que ni siquiera interrumpió su programación para mostrar la represión de puente Pueyrredón de 2002, que tuvo que ser cubierta por un programa de chimentos, ante el mutismo mediático.

 Pero, parodiando la editorialización que hace la tribuna televisiva de la zoncera argentina, “Micky Vainilla puede desaparecer”. Y puede hacerlo porque como todo chiste depende de la efectividad de su gracia. Vainilla recoge lo peor de las expresiones políticas nacionales: “Por supuesto que creo en la unidad latinoamericana” manifiesta el cantante, para culminar “porque es bueno que los latinoamericanos se unan, así los volteamos a todos juntos”. Más adelante expresa la típica visión denigrante que la clase media, temerosa de fundirse en el magma “morocho” de las clases populares ascendentes, tiene de estas últimas, ignorantes e inmorales por naturaleza: “Mirá una mano se puede extender abierta para pedir, o con un arma, para robar. Pero siempre se trata de la plata que es lo único que quieren.” Y más tarde nos enseña que los “pobres” aman dar besos a las figuras conocidas, pero son incapaces de distinguir entre la persona de verdad, un doble o un cartón con su foto. Micky Vainilla exagera y explicita los mecanismos de un sector de la sociedad. Pero es un sector de la sociedad que hoy por hoy adquiere visibilidad, y el humor pierde vigencia cuando el real se parece tanto a la caricatura.

El jueves 13 de septiembre, este sector de la sociedad, como acostumbra hacer al año siguiente de que el kirchnerismo gana una elección presidencial, se volvió a manifestar masivamente. Esta vez sin la gerencia explícita de la oligarquía, ni de un falso ingeniero manipulador como en el 2008 y el 2004. Esta vez la gerencia fue mediante las redes sociales, con apoyo público y publicado de casi todos los dirigentes opositores y de la corporación mediática más grande del país. Como Micky, gritan paranoicos acerca de la “inseguridad” que nunca acaban de definir pero igual le temen; que “nadie hace algo” para  resolverla pero que al preguntárseles a ellos, en el mejor de los casos tampoco saben cómo se resuelve, y en los peores casos lo resolverían con métodos abiertamente fascistas. Priman delirantes reclamos por “libertad”, junto con las mismas consignas destituyentes de las marchas anteriores. Pancartas rezaban “Néstor volvé, te olvidaste a Cristina”, la gente cantaba “Andá con Nestor la puta que lo parió”, en la plaza de las madres un funcionario público de la oposición saltaba al son del cántico “El que no salta es negro K”, una señora indignada gritaba en contra del clientelismo K porque “a los pobres les dan trabajo, casa, comida y educación”. Una famosa prostituta de la televisión se quejaba de tener que declarar sus ingresos ante la AFIP. Otros se autoproclamaban golpistas, pero “golpistas en favor de la democracia”. No faltaron los cipayos que invocaban la intervención de los Estados Unidos para “salvarnos” de un gobierno popular, constitucional, democrático con un respaldo de mayorías, que bajo la lupa de la más opositora de las estadísticas ha mejorado sensiblemente todos los indicadores sociales del país. 

El jueves 13 de septiembre, como el día de la cadena nacional, mis vecinos profirieron los mismos gritos de odio. Mi novio salió a la calle a ver lo que pasaba y a lo lejos podía verse una multitud de Micky Vainillas. Yo tomé varias fotos, hasta que nervioso Alan me dijo: “vamos adentro, no quiero hacer número”, y volvimos a nuestro departamento. Igual que el lunes 3 de septiembre, aunque Capusotto no estuviera al aire, pudimos ver uno de sus famosos sketchs. Le dijo Diego Capusotto a Perfil antes del estreno: "El único límite [para el humor] es que nos haga reir (...) somos partidarios del sector Peronismo con Humor y Revisión (risas). Creemos fehacientemente que los grandes males de la Argentina siempre han sido los antiperonistas. (...) Ha pasado con el kirchnerismo que cuanto más uno y su sentido crítico conocen lo que se opone al kirchnerismo, más uno se relaciona favorablemente con él. Con el resto veo construcciones babeantes". Cabe preguntarse, entonces, qué vuelta encontrará esta dupla de cómicos para un personaje que asume la idiosincracia de un sector social vigente que coquetea entre el funcionalismo bobo y el fascismo naif. ¿Será Micky el candidato electoral de esa masa carente de representación política? habrá que esperar hasta la próxima aparición en la pantalla de la TV pública para descubrirlo.

Comentarios

  1. Buen articulo, lo comparto. Saludos

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  2. Anónimo 2, obviamente que toda generalización implica un grado de error. Yo te diria a vos que abras la cabeza porque si leés este texto y entendés que yo le dije golpista a alguien sos un tarado. El obtuso mental serías vos por cerrar el sentido en función de tus prejuicios.

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  3. http://sphotos-b.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-prn1/542098_4620897157863_736254195_n.jpg

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  4. Jajaja. Sí muy graciosa esa foto.
    Hay que ser pelotudo para no poder interpretar una ironía. Exactamente igual que la gente que interpreta a Mickey seriamente y se ofende.

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